Mitos y símbolos de la Amanita muscaria


      En tiempos no muy lejanos, estos mitos eran transmitidos por poblaciones extremadamente marginales de las zonas montañosas donde crecía el hongo, como carboneros, leñadores, pastores… que transmitían al resto de la población las visiones ya estructuradas en símbolos, de personajes e historias que les producían el consumo del hongo. 

      Todas las sociedades han encontrado algún método para evadirse, para conseguir estados placenteros que reduzcan las tensiones de la vida cotidiana, aunque sea por periodos de tiempo reducido, tales como las fiestas mayores de los pueblos. Hay pueblos que practican el yoga, otros las danzas de los derviches (Turquía), otros consumen diferentes tipos de sustancias embriagadoras. Se puede conseguir el éxtasis con el desayuno prolongado, el sufrimiento provocado (auto mutilaciones, flagelaciones, roturas musculares, etc.), la meditación en cuevas oscuras o en los bordes de grandes  abismos, la inmersión en aguas heladas, las actividades rítmicas de larga duración (una marcha militar), los sistemas de auto hipnosis, la exposición a los elementos, el insomnio prolongado o la inmersión hasta casi la asfixia… procedimientos registrados por todas partes para producir alteraciones de la mente.

      Una de las primeras imágenes que aparecen durante la práctica del éxtasis es la del Pater/Mater, que suelen surgir en la etapa de postergación de los padres biológicos y vienen a aliviar las tensiones y angustias que los interrogantes finalistas conllevan en la mayoría de los individuos (¿Adónde vamos?, ¿Porqué estamos en la tierra? ¿Qué hay después de la muerte corporal?...). Los seres primordiales –o sus representantes humanos en la tierra- parece que nos responden a estas preguntas y alivian nuestras angustias existenciales. El Padre o la Madre primordiales castigan a los hombres malos y premian a los buenos…


      En culturas chamánicas del Norte de Europa es frecuente el consumo ritual de esta seta para celebrar el fin del invierno y el retorno del Sol y la Vida. De hecho la tradición de poner los regalos bajo el árbol de Navidad, viene de que es bajo este tipo de árboles y otras coníferas donde crece la Amanita Muscaria. En estas culturas el chamán del pueblo, es el encargado de repartir las raciones de Amanita entre los habitantes, vestido de rojo y blanco, como el actual Papa Noel.




     Otra de las visiones que proporciona el consumo de sustancias embriagadoras es la de los hombrecitos: los duendes, els martinets, els gnomos… todos ellos productos de la antropomorfización de los fosfenos contemplados durante las alucinaciones. Estos personajes diminutos solían habitar en el interior del matamoscas. El carácter extremadamente activo de los duendes correspondía directamente al estado de plena euforia que invadía al individuo intoxicado con matamosques.




Dibujo de Apel·les Mestres. Obtenido de Joseph M. Fericgla. El Bolet i la gènesi de les cultures. Edt. Altafulla, Barcelona 1998

      En Catalunya els follets eran vendidos por los herbaires de Martinet (pueblo de la Cerdanya) en los mercados de los pueblos vecinos. Si uno era capaz de dominarlos, se hacía rico en poco tiempo, porque estos follets eran terriblemente trabajadores. Eran vendidos en canutos de caña o dentro del mango de la hoz. Según Joan Amades en la feria de Sant Lluc (18 de octubre), a Olot, se vendían martinets, y eran tan pequeños que en un canuto de agujas, por pequeño que fuera, cabían una docena y, todavía estaban tan anchos, que podían bailar.


Dibujo de Apel·les Mestres en los que se observa la asociación hongos, follets y sapos (en este caso, ranas). Obtenido de Joseph M. Fericgla. El Bolet i la gènesi de les cultures. Edt. Altafulla, Barcelona 1998

       En Eurasia se les conoce como gnomos, una palabra  deformada del griego gnómon -“sabio”-, de cuya raíz han surgido gnóstico, gnosis, cognitivo… Nunca ha sido un nombre excesivamente utilizado por el pueblo. El nombre más utilizado para referirse a los martinets es duende o focs follets (en castellano, fuegos fatuos), un genio o espíritu divertidamente maléfico, que atormenta a la gente cuando duerme, enreda las colas de los caballos, desordena toda la casa, escampa el grano, etc. Se le suele plasmar de forma antropomórica, como un hombre pequeño que siempre lleva una barretina frígia de color rojo brillante y con el cuerpo de color blanco, incluyendo la gran barba que suele llevar. Los matamosques son exactamente de este color: el capell rojo y, la resta del hongo, absolutamente blanco. Una última acepción de los duendes es la de menairons o minairons, usada localmente en la comarca del Pallars. Son los gnomos que se encuentran dentro de las minas y las cuevas. Se suelen representar cargados con algunos de los instrumentos de trabajo de los mineros (una pala, un martillo, un pico), también son trabajadores incansables, muy escurridizos. En vez de tener un carácter doméstico como los follets, els menairons prefieren estar solos por los montes, donde están las minas y las cuevas, que convierten en sus hogares.



Duende, gnomo, minairó



Julio Ruelas, Fuegos fatuos, 1907



Sargam. Juegos Fatuos II,  2001


      Lo que parece claro es que a los duendes no les gusta entrar en las casas sucias, lo que nos recuerda lo que decía Carlo Ginzburg respecto al retorno de los muertos a sus casas: a ellos tampoco los gustaba la suciedad. Estos seres diminutos entraban en las casas por las chimeneas, por el agujero de la cerradura, por las grietas de las puertas. Miraban bien que todo estuviese limpio, los platos rentados, las habitaciones barridas… si encontraban una casa sucia a la dueña la estiraban de los pies y le daban una gran paliza. En el Camp de Tarragona los follets limpiaban los platos y la casa cuando la dueña no lo había hecho, pero después, por la noche le pegaban en el culo cuando dormían. Estos pequeños seres eran protectores domésticos y nunca abandonaban a la familia, aunque esta cambiase de casa.

      Por los años treinta el pueblo comenzó a despreciar a los gnomos y encontramos procedimientos para alejarlos de las casa: colocaban platos de ceniza o de mijo en las ventanas para que no entraran, pues al tener las manos agujereadas se les escapaba por el agujero, se enfadaban y no regresaban a la casa.




Blancanieves y los siete enanitos. Walt Disney




Follet i donyet

      También se presenta con un sombrero un duende que habita en las torres y castillos de Escocia e Irlanda, el Pintón, si bien lo acostumbra a teñir con sangre humana; y las Merrows, sirenas irlandesas, usan un gorro de plumas rojas para impulsarse hasta sus hogares; el Bwca, etimológicamente emparentado con el Puck shakesperiano o el espantoso Phooka, es un duende galés, un duende hogareño, y uno de ellos, como castigo por las molestias que ocasionaba en el campo de Bosworth, fue arrojado por un hechicero a un mar que no podía ser otro sino el Mar Rojo.  Froud nos cuenta que los seres feéricos, es decir, todos los relacionados con el mundo e las hadas y los duendes, “cuando no están desnudos (...) se les ve corrientemente vestidos con prendas verdes o con trajes y gorros rojos”, es decir, con el color de la espesura del bosque o el de uno de sus brotes.  Los Tylwyth Teg galeses y los Sedeños del norte de Inglaterra visten de blanco, uno de los colores identificativos de la matamoscas y, como dato especialmente curioso, la gente menuda gusta de tener mascotas, como cualquiera de nosotros, pero sus animales “tienen la singularidad –según Froud- de ser de un blanco puro con ojos y orejas encarnados”.  Y por supuesto que las hadas comen, pero les gusta sobre todo la leche de vaca, y lo mismo les ocurre a las galesas, sólo que éstas especian la leche con azafrán.   En España es muy normal que, aun no creyendo en él, muchos padres protejan a sus hijos recién nacidos del mal de ojo atando una cinta encarnada al cochecito o a la cuna del pequeño, pero el recurso a este color como defensa ante lo mágico va más allá del puro mal de ojo, y en la cultura celta y anglosajona era el medio habitual de protegerse de las hadas: se usaban, entre otros medios, el fruto rojo del serbal, un hilo o una cinta rojos, una tela roja en torno al pecho de los niños.


El Phooka o Poukha es un duende irlandés llamado Puck en Inglaterra. En Sueño de una noche de verano, Shakespeare lo muestra como un duende travieso que se burla de las personas.




Los Tylwyth Teg galeses

      Otros duendes comparten no ya su aspecto con el hongo, sino el hábitat donde residen, como ocurre con el escocés Ghillie Dull, que vive en los abedules,  el árbol que poblaba una isla que había frente a la del Cíclope y el árbol, como ya dijimos, favorito para el crecimiento de la Amanita muscaria. Sabido es que los hongos afloran, como los gnomos, en colectividades y que este hecho dio lugar a la creencia de los Corros de Hadas, recintos circulares feéricos de los que no se podía escapar, a menos que alguien tirara del infortunado pisando con un solo pie dentro del círculo.

      El micelio tiene la particularidad de crecer en forma circular, y si el terreno es apropiado como por ejemplo un prado, llegan a formar unos círculos casi perfectos que son los llamados “Corros de brujas”.  La senderuela (Marasmius orerades), y la Seta de San Jorge (Calocybe gambosa) son las que mejor forman estos círculos, en los que  la parte más joven del micelio es la más externa, y es allí donde se encuentra la zona fértil. A medida que transcurren los años el micelio se hace cada vez mas estéril en su zona interna. Por tal motivo el círculo se hace cada vez más grande. En ocasiones las condiciones del terreno impiden  poder formar estos círculos, entonces el micelio a medida que va creciendo va tomando formas distintas. Los buscadores expertos acostumbran a encontrar estas setas, observando allí donde la hierba tiene más verdor, ya que parece ser que el micelio de estos hongos tiene la propiedad de acumular nitritos, que tienen la particularidad de aumentar las funciones clorofílicas de la hierba que lo rodea. En  caso de la senderuela, antiguamente se creía que este hongo tenía propiedades herbicidas al comprobar que mataba la  hierba de su entorno. La hierba muerta tomaba una forma anular, es decir seguía el círculo. Pero este hecho era debido a que la masa de hifas del hongo llegaba a absorber toda la humedad del suelo, y al ser esta masa en cierta manera impermeable, impedía que el agua de la lluvia pudiera penetrar de forma natural. 



Corros de brujas

      Más arriba hablamos de la experiencia que tuvo Josep María Fericgla, profesor de Antropología en la Universidad de Salamanca y director del Instituto de Prospectiva Antropológica de Barcelona, propuso una teoría en virtud de la cual la creencia en duendes, gnomos y hadas sería el resultado natural de uno de los efectos de la intoxicación por Amanita muscaria.  Para el antropólogo catalán son las manifestaciones fosfénicas alucinatorias llenas de vida aparente las que dieron lugar a la creencia en pequeños seres que habitaban en la planta o eran generados por ella y que, conforme el tiempo convirtió la experiencia directa en tradición, formaron parte de una mitología popular que pobló con ellas los bosques y las montañas y les confirió el status de una criatura viviente, aunque, a medio caballo entre lo humano y lo divino.

      De que esto pudo ser cierto da prueba la imagen prototípica de las brujas que surcan los aires en escobas voladoras.  Durante la Edad Media, las brujas, es decir, las herbolarias, preparaban unos ungüentos especiales a base de belladona que, al ser aplicados en determinadas zonas del cuerpo, con preferencia mucosas, inducían visiones en las que el interesado o interesada creía volar y visitaba otros mundos.  Siendo mujeres las clientas más asiduas de las brujas, la vía por la que más rápido y más intenso era el efecto del ungüento era la vagina, y para aplicar la pomada se untaba con ella el mango de una vara o de una escoba y se introducía por los genitales a modo de falo.  Si en un principio se trataba de una práctica habitual, la asociación del vuelo y del utensilio con el que se aplicaba el ungüento llenó los aires de Europa con brujas montadas en escobas, hasta el punto de que esa imagen ha quedado de forma indeleble en la imaginería de los cuentos infantiles. 



Mitos y símbolos de la Amanita muscaria

El tabú dels fongs 

El mite i els símbols 

Religió i fongs

Religión y hongos

Enteógenos y neochamanismo

Enteògens o la Gran Gresca 





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