La Diosa en las islas de Malta y Gozo

      La llegada del hombre al Mediterráneo central fue relativamente tardía, como lo demuestran los restos más antiguos encontrados en Sicilia. Hacia el 5000 a. C. a 4500 a. C. llegan a Malta unas tribus que provienen de Sicilia, las cuales navegan en rudimentarias embarcaciones.

      Los primeros pobladores habitaban en cuevas. Más tarde se construyeron pequeñas aldeas en la parte oriental de las islas. Los más antiguos signos de enterramientos se han encontrado en Skorba con figurillas de barro cocido y una diosa madre similar a las que se pueden encontrar en otros puntos del Mediterráneo por la misma época, lo que hace pensar en unos intercambios culturales fluidos y permanentes.



Terracota representando a la Diosa Madre de Skorba. Archaeological Museum de la Valletta

     Trajeron con ellos semillas para el cultivo de grano y los primeros animales de granja domésticos, al igual que la técnica del tallado de la piedra y una alfarería muy rudimentaria parecida a la encontrada en Siracusa y Agrigento. Importaban cuchillos fabricados con lava y obsidiana siciliana, así como tejidos de esta isla.

     Cuando en Sicilia, sur de Italia y las islas de alrededor se desarrollaba la Edad del Cobre, Malta proseguía con el uso de la piedra, lo que dio lugar a una de las culturas más singulares del Mediterráneo, la llamada Era o Edad de los Templos (4000 a. C.-2500 a. C.), por las grandes construcciones megalíticas que se llevaron a cabo. De las construcciones en piedra destacan los templos de Mudajdra, Tarxien y Ggantija, donde las técnicas de arquitectura se desarrollan en su máximo esplendor. La importación de materiales continúa, aún más acentuada que en el periodo anterior. Los pobladores conocían de la existencia de los metales y su uso, pero renunciaron a los mismos, probablemente por necesitar importarlos. Desde el 3600 a. C. al 3000 a. C. se produce un extraordinario desarrollo con importantes mejoras de las técnicas de cultivo y una organización política y social primitiva muy eficiente.



Templo de Ggantija en Malta. Fotografía tomada por Lapo Luchini en 2001. Con licencia GFDL. Tomada de la Wikipedia de Italia.

      Hasta el 2500 a. C. las aldeas maltesas permanecían sin defensa alguna. A partir de la Edad del Bronce se establecen empalizadas a lo largo de las mismas, lo que señala un temor a las invasiones procedentes de sus vecinos más cercanos. Algunos historiadores piensan que las islas quedaron casi desérticas en este periodo. La nueva sociedad guerrera utiliza el bronce el cobre para fabricar armas. Sin embargo, no construyen edificios -salvo algunos dólmenes-, limitándose  a utilizar las construcciones antiguas.   Esta cultura, más guerrera, es tecnológicamente más atrasada.

      Entre el 1500 a. C. y el 725 a. C., las aldeas de los valles son abandonadas en parte para hacer construcciones más seguras en las colinas, fortificándolas. A este momento corresponden algunas construcciones ciclópeas que recuerdan a la cultura minoica y que revelan los contactos desde el año 1000 a. C. con griegos, cretenses, micénicos, habitantes de Sicilia y del suroeste de Italia.

      A esta época corresponden las diversas leyendas que relacionan Malta con los escritos de Homero: hay quienes han creído ver en la isla de Gozo el hogar de Ogigia y de Odiseo antes de regresar a la guerra de Troya. También sería la isla de las sirenas que tentaban a los viajeros y la que acogió a Eneas antes de fundar Roma según lo relata Ovidio.

      Malta es la zona más meridional de la Vieja Europa, y a su vez, es un centro de cultura megalítica de los principales del mundo. A parte de Stonehenge y Avebury, Malta posee el más antiguo e interesente complejo de templos megalíticos conocidos. Desde Oriente Próximo hasta la Península Ibérica, desde el V milenio al II milenio a.C., las costas del Mediterráneo y territorios de interior se poblaron de ciclópeas y enigmáticas construcciones como las de Göbleki Tepe o Nevali Çori (Turquía), los nurages y las tumbas de gigante de Cerdeña, los dólmenes de Córcega, las taulas y talayots de Baleares, el cromlech de M'Soura (Marruecos), el dolmen de corredor de Menga (Antequera, Málaga) o los enterramientos de los Millares (Almería) o El Argar (Murcia).




       Las figuras de la diosa de Malta (3000 a.C.) poseen los mismos cuerpos macizos que las de Çatal Hüyük (6000 a.C.). Sabemos que sus habitantes procedían de Sicilia. Algunas habitaciones de los templos malteses estaban pintadas de rojo, como la “habitación del alumbramiento” de Çatal Hüyük, todo lo cual nos indica que ambas culturas debieron estar emparentadas y, teniendo en cuenta la antigüedad de la cultura de Anatolia, es fácil suponer que fueron emigrantes de esta península los que trajeron su cultura a Malta.




Diosa de Hagar Quim y diosa embarazada de Malta,

      Los planos de los templos malteses representan el cuerpo de la diosa, como podemos observar en el templo de Ggantija (Gozo). En estos templos se han encontrado estatuas de miembros deformados que dan a entender que fueron lugares utilizados para la cura de dolencias.


     



Plano de los templos de Ggantija, Gozo. Templo de Mnjandra Malta.

      El templo más misterioso de Malta es el hipogeo de Hal Saflieni, laboriosamente excavado bajo tierra, con forma de un laberinto espiral, pues tiene varios niveles. Aquí se encontraron los huesos de cerca de 7000 personas. También se encontró una estatua diminuta que representa a una mujer recostada. ¿Es la diosa que está creando el mundo al soñarlo, o una sacerdotisa que se está sometiendo a un rito de incubación, o una mujer embarazada recibiendo bajo su cuidado el espíritu de su hijo?



Hipogeo de Hal Safliéni 


“Diosa durmiente” (Sleeping Lady) de Malta
 
      Los templos de Hal Saflieni y Hal Tarxien tienen el techo decorado con espirales ocres y las paredes adornadas con animales: peces, toros… una cerda amamantando trece lechones…etc. En el templo de Hagar Quim hay un altar que tiene esculpidos en sus cuatro lados un árbol, siendo la representación escultórica más antigua del “árbol de la vida”.





Tarxien, espirales en el altar pilar y detalle “árbol de la vida” de Hagar Qim, Malta

      Las autoras de El Mito de la Diosa, Anne Baring y Jules Cashford presumen la existencia de una unidad cultural durante el Neolítico, de una gran cultura que desarrolló las imágenes míticas del Paleolítico, y que se extendía desde Bretaña hasta el valle del Indo, pasando por la Vieja Europa, Malta, Anatolia y Siria. Esta cultura tenía una visión de la vida como constante celebración del ser y existir.

     Hemos visto que durante el Neolítico la espiritualidad estaba centrada en la diosa del nacimiento, de la vida, de la muerte y de la regeneración, venerada en toda la antigua Europa: una diosa que representaba un ciclo completo y eterno, que se experimentaba como una totalidad. Las personas de estas culturas no temían a la muerte como la tememos ahora nosotros, ya que para ellos la muerte no era el final de todo, sino que inmediatamente se sucedía la regeneración, en un ciclo inspirado en la observación de la naturaleza, en el que el invierno comporta una aparente muerte, seguido luego de un despertar primaveral y de la cosecha veraniega.

      En estas antiquísimas sociedades agrícolas, la fertilidad de la tierra y la de las mujeres se convirtieron en una sola cosa, consagrándose la unión entre el principio masculino y el femenino. De esta asociación surgían los ciclos estacionales de la vegetación, que cada año nace, muere y resurge.

      En Malta y en Gozo no se han encontrado armas de guerra, muros fortificados y defensivos ni signos de conflicto, señal de que los primeros habitantes formaban comunidades unidas y pacíficas, organizadas en torno a un grupo de sacerdotes que planificaba y conducía la construcción de los templos, dirigiendo la vida espiritual del lugar.




Templo de Tarxien. (Fotografía: Thomas Schmid, www.pressenza.com)
  
Los templos de Malta
   
      Malta y Gozo poseen más de treinta edificios religiosos, algunos de los cuales fueron declarados Patrimonio de la Humanidad: Ta ‘Hagrat, Skorba, Ggantija, Tarxien, Mndajdra y Hagar Qin y el subterráneo de Hal Saflieni. Como hemos dicho, los templos malteses, vistos desde lo alto, recuerdan a la figura sinuosa y abundante de la Diosa Madre, que acoge a los fieles en su seno para los ritos relacionados con la fertilidad y la regeneración.  Los lugares sagrados se construían adjuntando varios templos, a veces circundados por muros altos. 



Espirales de Tarxien, uno de los templos de Malta y Gozo declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. (Fotografía: Thomas Schmid, www.pressenza.com)


     La mayoría de los templos constan de un corredor central, a cuyos lados se abren habitaciones semi-circulares y simétricas en un número variable (tres en Ta ‘Hagrat, cuatro en Mnajdra, seis en Tarxien), y un portal de entrada monumental, constituido por dos grandes piedras erectas y una horizontal colocada sobre ellas, a modo de arquitrabe, que da hacia un espacio abierto al que se accede subiendo varios peldaños.

     Estas construcciones pertenecen a una civilización de grandes maestros canteros (no se encuentran metales) capaces de construir grandes edificios, en los que participaban un gran número de personas, desde quienes escavaban, desplazaban y erigían las grandes masas que constituían los templos y las imponentes murallas que los circundaban, hasta los artistas capaces de crear esculturas sublimes y armoniosos grabados. Las motivaciones de la mano de obra eran probablemente el fervor religioso, del tipo que impulsaba a colaborar en la construcción las catedrales medioevales europeas.

      Hacia el 2500 a.C. desapareció esta civilización de forma misteriosa. Es posible que se hayan producido cambios climáticos y períodos de sequía, catástrofes naturales (terremotos), sobreexplotación de los recursos, ruptura de la delicada estructura social, superpoblación, etcétera, si bien los historiadores concluyen que debió ser una suma de todos o algunos de estos factores, u otros eventos relacionados con la crisis y el abandono del tipo de espiritualidad que había dado origen a los magníficos templos megalíticos. En todo caso se verificó una declinación en las islas maltesas, con un vacío que se colmó hacia el 1500 a. C. con la llegada de nuevas poblaciones que llevaron a Malta los metales y la costumbre de cremar a los muertos.

      Dada la falta de documentos escritos sobre esta antigua civilización, tenemos pocas informaciones claras sobre la organización social y doméstica y sobre los ritos que se realizaban en los templos malteses. A la hora de elaborar hipótesis explicativas lo primero que llama la atención es la cantidad de templos monumentales de Malta y Gozo, en comparación con el tamaño de las islas. Algunos autores piensan que fueron islas sagradas para una parte del Mediterráneo, frecuentadas y conocidas más allá de sus límites. Un lugar de culto, de estudio e iniciación, ubicado en una suerte de cruce de caminos entre África, Sicilia y las islas menores circundantes.



      En el templo subterráneo de Hal Saflieni se encontraron los restos mezclados de 7.000 personas, sepultadas en forma colectiva durante un milenio. Esto equivaldría a unos siete muertos al año, bastante pocos si se considera la posibilidad de que fuera un lugar de sepultura para los miembros de las comunidades circundantes. Se podría entonces conjeturar que allí fueron sepultadas sólo algunas personas “especiales”, como iniciados, sacerdotes, etc.



Espirales en los templos malteses (Fotografía: Thomas Schmid, www.pressenza.com)

     Desde la Prehistoria la humanidad pretende comunicarse con los seres sagrados,  primeramente las ánimas de nuestros antepasados, los cuales moraban en un lugar paradisíaco al que se llegaba después de atravesar un largo y oscuro túnel lleno de trampas y seres monstruosos que intentaban impedirlo, para desviar las ánimas hacia otro mundo mucho más tenebroso. El túnel, el laberinto, la espiral servían para simbolizar el largo viaje que realizaba el chaman hacia el más allá, para contactar con los muertos, más tarde, con lo Divino y lo Sagrado.

       En Malta y Gozo las espirales están presentes en los templos de Hal Saflieni, Ggantija, Mnajdra, Hagar Qim y sobretodo en Tarxien. En general nos recuerdan -por su semejanza o apariencia vegetal- la fuerza vital de la naturaleza con una sucesión de espirales grabadas en grandes piedras rectangulares, que hacen pensar en plantas o en olas de mar. Las estelas y las piedras grabadas con las espirales no están dispuestas de modo casual, sino que siempre indican umbrales o puertas que nos conducen hacia un altar elevado.



Templo de Ggantija. (Fotografía: Thomas Schmid, www.pressenza.com)

      El predominio de formas redondeadas en la estructura general de los templos podría tener una relación simbólica con el ciclo temporal agrícola y la regeneración de los vegetales. El tiempo natural, que regula el ciclo agrícola, le permite observar cómo se regenera la vida con cada cosecha. La fertilidad agrícola está vinculada con la tierra, por lo que su deducción lógica sería que el secreto de la existencia se localizaba en su seno. Por extensión, el hombre neolítico asimilaría este ciclo regenerativo a su propia experiencia vital para calmar su angustia existencial, adquiriendo así un sentido de trascendencia que deja su huella en los rituales funerarios, donde los cadáveres eran enterrados en posición fetal, como si esperaran un nuevo nacimiento.

     La Diosa Madre personifica la fecundidad humana y la fertilidad del campo. Su culto estaba ya bastante arraigado desde el Paleolítico, por lo que no es descartable que posteriormente siguiera muy activo. Prueba de ello es el gran numero de figuras femeninas con acentuada esteatopigia, exageración simbólica de glúteos y caderas, localizado en los templos de Hagar Qim, Tarxien, Xaghra o Hal Saflieni, donde destaca de manera especial la Sleeping Lady (Dama Durmiente).

      Cuando examinamos a vista de pájaro los templos observamos su forma ovalada, como si fuesen una representación de la silueta de la divinidad,  aunque muchos piensan que esta esta hipótesis no se sostiene pues, como bien apunta Trump, no todos los templos tienen la misma morfología, dice Mario Agudo Villanueva en su blog Mediterráneo Antiguo. Nos inclinamos a pensar que la acumulación de formas circulares tiene más relación con la decoración de espirales presente en Hagar Qim o Tarxien, puesto que la espiral es una figura en la que el principio y el fin son confusos, lo que transmite una idea de continuidad, de perpetuación. Según Chevalier, la espiral manifiesta la aparición del movimiento circular saliendo del punto original, un movimiento que se mantiene y se prolonga indefinidamente, por tanto, representa continuidad cíclica y rotación creacional, está relacionada con los ritmos repetidos de la vida y el carácter cíclico de la evolución, lo que encajaría perfectamente en el contexto del culto a la Diosa Madre.

      Mario Agudo Villanueva se fija en la orientación celeste de los templos, lo que también podría relacionarse con el intento de controlar o medir el tiempo. Cita a Chevalier, para el que la espiral se relaciona con el simbolismo cósmico de la luna, con el simbolismo erótico de la vulva y con el simbolismo de la fertilidad, elementos que encontramos representados en los templos malteses y que están relacionados también con la regeneración (penes de Hagar Qim). 



Phallus de Ħaġar Qim (1776) grabado de Jean-Pierre Houël


      La espiral también representa el viaje del alma tras la muerte, lo que dota a esta figura de un fuerte sentido de trascendencia. Mircea Eliade también ha señalado que el simbolismo de la regeneración de la vegetación y del hombre podría entroncar con la mística lunar, las fases lunares de nacimiento, desarrollo,  muerte y vuelta a renacer. En refuerzo de este argumento -escribe Mario Agudo Villanueva- acuden los escasos restos de pintura que nos han llegado, que podemos localizar en Hal Saflieni. Lo que allí se representa no es otra cosa que círculos y espirales laberínticas pintados en ocre, nuevamente principio sin fin o fin sin principio representados a través de un color que simboliza la sangre, elemento al que se atribuyó un gran poder vivificador desde la más remota antigüedad. Los huesos pintados con manchas rojas, que se han encontrado en algunos enterramientos, muestran un intento de revivir al caído a través del poder revitalizante de la sangre, entroncando de nuevo con la idea de una segunda vida.

      El aislamiento de los habitantes del archipiélago maltés podría haber acentuado una necesidad de autoabastecimiento que les condujese a valorar de forma extremadamente positiva la fecundidad humana y animal y la fertilidad agrícola. Copio parte de la bibliografía citada por Mario Agudo Villanueva porque me parece muy interesante para aquellos que se inicien en la comprensión del significado de los símbolos utilizados por el ser humano a lo largo de su historia.

Bibliografía

"Diccionario de símbolos", Juan Eduardo Cirlot. Ediciones Siruela. Barcelona, 1997.
"Diccionario de los símbolos", Jean Chevalier y Alain Gheerbrant. Herder. Barcelona, 2007.
"Las leyes del cielo: astronomía y civilizaciones antiguas", Juan Antonio Belmonte. Temas de hoy. Madrid, 1999.
"Historia de las religiones. Origines de la religión", E. O. James. Alianza Editorial. Madrid, 1991.
"El mito del eterno retorno", Mircea Eliade. Alianza Editorial. Madrid, 2008.
Simbología Románica”, Manuel Guerra. Fundación Universitaria Española. Madrid, 1993.

Comentaris

Entrades populars