Todos somos iguales ante los ojos del ADN mitocondrial


     No sé si es verdad, porque no lo he comprobado, pero dicen que los chinos enseñaban en las escuelas que ellos descendían de un hombre diferente a los demás, al que llaman Homo erectus asiático que no se extinguió. Con ello se creían distintos, diferentes del resto, al no provenir, como los demás, del Homo sapiens que desde hace unos setenta mil años se extendió desde África por todo el mundo.


      El mismo Mao dejó escrito por ello en su Libro Rojo que la historia humana tiene un millón de años y el pueblo chino creía tener motivos sobrados para considerarse único entre la humanidad. 



     Aseveraciones de este tipo no se pueden dejar caer sin matizarlas. Estamos refiriéndonos al Homo erectus que protagonizó la primera diáspora africana hace 1 millón de años. La segunda la protagonizó el Homo sapiens hace 100.000 años.

  Los periodistas -con el titular de los chinos- en realidad quieren referirse a la llamada hipótesis multirregional, la cual afirma que los Homo erectus dispersados por Europa, Asia y África tienen descendientes actuales, es decir, se transformaron gradualmente de una especie a la otra, del Homo erectus al Homo sapiens.




       La hipótesis multirregional se ha desmoronado como consecuencia de las investigaciones de los genéticos, quienes examinando el ADN -ácido desoxirribonucleico, que contiene los genes que transmiten la herencia biológica- han comprobado que todos los humanos modernos tienen el mismo ADN, lo qual significa que todos proceden del mismo ancestro, el cual se originó hará unos 200 mil años en el sur de África.

      Esto es lo que se conoce, desafortunadamente, como la ‘Eva mitocondrial’ o ‘Eva africana’, concepto que surgió de una investigación genética que tuvo lugar en 1987. El hallazgo deriva del estudio de una molécula llamada ADN mitocondrial, que se transmite sólo por línea materna. La madre la pasa a hijos e hijas, pero sólo las hijas la pasan a sus descendientes.




     El empleo del nombre “Eva” para indicar que toda la humanidad surgió de una sola mujer, lo cual no es cierto, porque el estudio indica que el tamaño de la población antigua nunca cayó por debajo de algunas decenas de miles de personas, y, por lo tanto, había muchas otras mujeres con descendientes vivos hasta hoy

   La utilización del nombre de ‘Eva’ para la hipótesis es desafortunada porque parece implicar descendencia a partir de una sola mujer, lo cual ciertamente no es el caso. Por el contrario, los cálculos indican que el número de antepasados nunca habría sido menor de 10.000 por generación. Lo que ocurre es que en algún lugar, en todas sus líneas de descendencia, hay por lo menos una generación sin descendencia femenina, pero sí masculina. Este grupo habrá perdido el ADN mitocondrial de su madre, conservando sólo el ADN cromosómico. Cuando el hombre se empareje con una mujer de otro grupo, sus descendientes femeninos sólo conservaran el ADN mitocondrial del grupo de la mujer.



Fuente CPEMC

      Al revisar el árbol genealógico de todos los seres humanos que viven en la actualidad (a través de la genética), siguiendo la línea de cada individuo a su madre se estará retrocediendo en el tiempo y todas las líneas convergerán en un punto en que todas las hijas comparten la misma madre. Es decir, cuando estudiemos las ramas más antiguas (llamadas haplogrupos) vemos que cada vez más se van reduciendo los linajes, hasta que comprobamos que el linaje más primitivo tiene sólo ascendencia mitocondrial africana.

  
Fuente: Amaya Gorostiza Langa. UCM



    En 1995, otro grupo de científicos, dirigidos por Walter Gilbert, estudiando un segmento de ADN llamado ZFY, que se transmite sólo de varón a varón, llegaron a la conclusión de que todos los hombres actuales hemos heredado nuestro ZFY de antepasados que vivían en África hace unos 270.000 años.


     Estudios recientes indican que el reemplazamiento que ocurrió durante la segunda diáspora africana no fue completo, sino que persisten en los humanos actuales algunos genes y rasgos anatómicos que evolucionaron en los continentes no africanos a partir de los colonizadores de la primera diáspora. Se ha encontrado la presencia en humanos actuales de ADN derivado de australianos que no descienden de los africanos de la segunda diáspora. También en –como en  Australia-, se han encontrado poblaciones que retienen rasgos anatómicos heredados de homínidos que vivían en esas regiones antes de la segunda diáspora africana.


Un algoritmo explica el éxodo de la humanidad.

      El algoritmo explica que hubo un baby-boom en la prehistoria  y un cuello de botella poblacional. La técnica sobre la que se aplica se basa no sobre una secuenciación parcial del genoma humano, sino sobre la secuenciación genética completa de individuos.



Los diagramas de flujo sirven para representar algoritmos de manera gráfica.

      En matemáticas un algoritmo (del matemático persa Al-Juarismi) es un conjunto preescrito de instrucciones o reglas bien definidas, ordenadas y finitas que permite realizar una actividad mediante pasos sucesivos que no generen dudas a quien deba realizar dicha actividad.  Dados un estado inicial y una entrada, siguiendo los pasos sucesivos se llega a un estado final y se obtiene una solución. Muchos autores los señalan como listas de instrucciones para resolver un problema abstracto, es decir, que un número finito de pasos convierten los datos de un problema (entrada) en una solución (salida).



      El estudio de la Wellcome Trust Sanger Institute, afirma que las poblaciones de africanos y no africanos, han continuado intercambiando material genético fuera de África desde hace 60.000 años, lo que demuestra que el mestizaje entre estos grupos continuó mucho después del éxodo original, pero fuera de África.

      Después de leer mucho material sobre el tema del éxodo original, resulta que todavía no tengo claro si lo protagonizó el Homo ergaster hace 1 millón de años, dando origen al Homo antecesor en Europa y al Homo erectus en Asia, o como hemos dicho arriba, fue protagonizado por el Homo erectus.



       Richard Durbin, jefe conjunto de genética y líder del Genome Informatics Group del Sanger Institute, y el co-autor Heng Li aseguran que según el algoritmo se observa, en primer lugar, un incremento aparente de la población humana en la época en que los seres humanos modernos surgieron en África hace más de 100.000 años atrás.
      En segundo lugar, cuando nos fijamos en los individuos no africanos de Europa y Asia del Este, vemos que se produce una reducción drástica de la población, o cuello de botella poblacional, desde hace unos 60.000 años. Pero a diferencia de estudios anteriores también seguimos observando intercambio genético con poblaciones africanas decenas de miles de años después de la formación del  cuello de botella poblacional inicial, hasta 40.000 y 20.000 años atrás de la era actual.



     Para llegar a esta conclusión, en vez de analizar un subconjunto del genoma humano, se han utilizado las secuencias completas individuales de cuatro hombres de China, Europa, Corea y África Occidental, respectivamente. Los investigadores encontraron que, aunque las poblaciones de africanos y no africanos, podría haberse comenzado a diferenciar hace 100.000 o 120.000 años atrás, fundamentalmente permanecieron como una población hasta aproximadamente de 60.000 a 80.000 años atrás.
      Los antepasados ​​de los europeos y de Asia Oriental vieron disminuir su población una décima parte de su tamaño anterior, justo cuando aparecen en Europa y Asia los fósiles humanos modernos y sus artefactos. Los investigadores sostienen que durante los primeros 20.000 años de este proceso los nuevos emigrantes de África se mezclaron con los europeos y asiáticos.

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