El monismo de Haeckel

    Reciben el nombre de monismo las posturas filosóficas que sostienen que el universo está constituido por un solo arjé, causa o sustancia primaria. Así, según los monismos materialistas, todo se reduce, en última instancia, a materia, mientras que para los espiritualistas o idealistas (especialmente el idealismo hegeliano), ese principio único sería el espíritu, y para los panteístas sería Dios mismo.


     Para los antiguos filósofos hindúes, lo observado por los sentidos y las relaciones de causalidad son una ilusión; solo hay una realidad: Dios. Por tanto, Dios será esa causa primera que explica el resto del universo.

     Para los filósofos monistas materialistas contemporáneos, la materia formada en la Gran Explosión dio lugar al universo y solo esta materia explica la realidad. Los planteamientos monistas, al contrario que los dualistas, consideran que el ser humano es una única realidad, que es unitario, negando así la existencia de la mente como realidad distinta del cerebro.

    ¿Acaso el monismo y la naturalización del ser humano conducen necesariamente a la barbarie? Y la valorización del determinismo biológico, la herencia, la sangre, la necesidad, el encadenamiento, el pasado, ¿conducen acaso necesariamente a la  negación de ese “espíritu de libertad” que caracteriza a Europa? Esta es la cuestión.



Emmanuel Levinas (1906–1995)

      Y es, en todo caso, la tesis que defiende Emmanuel Lévinas en Quelques réflexions sur la philosophie de l’hitlerisme (1934). La supremacía del cuerpo biológico, la aceptación de la subordinación del presente al pasado, estarían en la raíz de la ruptura con el espíritu de libertad que caracteriza al judaísmo (el perdón como superación del pasado), al cristianismo (la gracia, la salvación y el libre albedrío como superación del pecado original) y la Ilustración (la autonomía de la razón como superación de la condición biológica).



Miembro de Estado Islámico se fotografía con la cabeza decapitada de una mujer soldada kurda


Masacre de palestinos por los judíos


Los cristianos europeos no ayudan a los inmigrantes, a quienes les saquearon y continúan robando sus medios de vida


Inmigrantes ahogados en Lampedusa


Se construyen vallas con cuchillas en Melilla para impedir la entrada de inmigrantes

     Cuando se razona de esta manera tan académica, a veces uno piensa que esta gente no vive en el mundo real. ¿De qué judaísmo o cristianismo nos hablan? Del que existe allá en el cielo de las ideas será, pues el real no tiene nada de libertad, ni de perdón, ni gracia que valga. Sólo tenemos que contemplar las salvajadas que cometen los más ortodoxos creyentes (musulmanes, cristianos o judíos) para darnos cuenta de que Emmanuel Lévinas o la escritora que vengo siguiendo en este estudio, Laura Bossi, están más de allá que de aquí, o sea, no es correcto explicar el comportamiento humano por el determinismo biológico, ni siquiera por el religioso. El hombre es el resultado de sus relaciones sociales.

    Sin embargo, son estas cuestiones de actualidad, si tenemos en cuenta la gran difusión que están teniendo de nuevo hoy en día las tesis “monistas” y deterministas inspiradas en Haeckel, recicladas y puestas al día por la genética y el resurgimiento del eugenismo.

El neobiologismo

    Muchos individuos que se autocalifican de “científicos” o de “biólogos” olvidan a menudo que la genética no determina el comportamiento humano.

Dos cosas son inmutables: la inteligencia de
los hombres bien nacidos y la estupidez de los
plebeyos

Confucio

      En el caso del hombre, su comportamiento apenas está influido por el programa genético. La evolución le ha otorgado al ser humano un nivel muy bajo de especialización, por lo que puede adaptarse a cualquier medio o nicho ecológico. El hombre extrae su información del medio, la procesa y da respuestas adecuadas, las cuales le han conferido potencialidades enormes, como la capacidad de adquirir el lenguaje o la de utilizar diferentes medios de transmisión.



El hombre “perfecto”, el ser platónico de Leonardo Da Vinci

    Muchos tienen la tentación de hablar del “hombre” en abstracto, como la idea platónica. Sin embargo, cada ser humano es diferente y sus capacidades se adquieren en el medio y, sobre todo, en el ejercicio de sus relaciones sociales. El hombre es un producto histórico del trabajo y de condiciones sociales muy precisas, lo que llamamos sociedad de clases y su naturaleza surge por la división en clases. No existe una naturaleza humana ideal, un ente eterno e inmutable, el cual, si tiene existencia es solamente en la mente obtusa del metafísico.

    Hasta el día de hoy la ciencia no ha podido distinguir en la naturaleza del hombre la parte que es producto biológico -de la herencia-, de la parte determinada por el medio social en el que se desarrolla. La genética moderna puede establecer una correspondencia entre fenotipo y genotipo en los caracteres simples, pero no ha conseguido nada en los caracteres complejos como la llamada “agresividad” o la “inteligencia”, que son determinados por la interacción de numerosos genes.



Joan Senent Josa en el Nuevo biologismo, nuevo fascismo, publicado en El Viejo topo (Nº 1, 1976, aquí)

      Los “científicos” recurren a los test para averiguar cuáles son los determinantes biológicos en el comportamiento social del hombre. Por supuesto, estos test son únicamente instrumentos ideológicos, sin ningún fundamento científico, como los utilizados por Galton, con su “Genio hereditario”, hasta los trabajos de Burt, Eysenck, Jansen… etc. Como miembros de la clase dominante, tratan de explicar “biológicamente” los fracasos de adaptación o de inteligencia de ciertos grupos marginados, por ser inferiores genéticamente.

      La obra de Francis Galton es un compendio de errores que poseen su repercusión todavía hoy en día. En su capítulo IV pretende estudiar estadísticamente o “científicamente” por qué hay países más inteligentes que otros. En el caso de España escribe lo siguiente:

"El grado con el que la persecución ha influido en las razas de Europa puede valorarse fácilmente a través de una serie de cálculos estadísticos.

Así, por ejemplo, con respecto al martirio y el encarcelamiento, la nación española ha purgado a 1.000 libre pensadores por año entre 1471 y 1781, es decir, durante tres siglos.

Los españoles han ejecutado a 100 de esos 1.000 individuos y han encarcelado al resto.

Los datos dicen que, durante esos tres siglos, se han quemado a 32.000 personas, se han quemado simbólicamente a otras 17.000 (que seguramente murieron en prisión o huyeron del país), y se ha condenado a 291.000.

Es imposible que un país pueda soportar esta situación sin pagar un alto precio con respecto a su capital humano.

Estos hechos explican por qué los españoles son tan supersticiosos y por qué en el momento actual puede concluirse que los españoles conforman una nación poco inteligente".

     Por supuesto, como suele ocurrir en tantos autores de la Gran Bretaña, el autor analiza otros países europeos, pero España es el peor parado, con diferencia. Galton demuestra ser un auténtico falsificador de la historia, pues saca conclusiones de datos que desconocía.



Francis Galton, autor de 'Hereditary Genius'

    Actualmente sabemos todos sus datos son estrictamente falsos, como podéis comprobar en Magnitud de la caza de brujas o en  La Leyenda Negra de España. En los países mediterráneos de Europa –los reinos españoles y los Estados italianos- hubo unos 10.000 procesos, entre 1560 y 1700, la mayoría efectuados contra formas secundarias de magia y superstición, en los que muy pocos concluyeron en ejecución. G. Parker, Some Recent Work on the Inquisition in Spain and Italy, en Journal of Modern History, 54, 1982, da una cifra de 3.687 personas juzgadas en España entre 1560 y 1700; esta cifra parece haber sido menor en Italia. En España, Italia y Portugal no se llegó a ejecutar ni a 500 brujas.



Quema pública de tres brujas en Derneburg (Harz, Alemania), Octubre de 1555. Grabado que se reproduce en miles de páginas web, achacando dichas quemas a la Inquisición española. La quema la realizan ciudadanos civiles y autoridades locales alemanas. Lo normal es ver como pie de página: “Torturas barbáricas en extremo utilizadas por la "Santa Inquisición", institución de la Iglesia Católica Romana



Crónica de Núremberg. Alemanes quemando judíos durante la Peste Negra

      En cambio, las comunidades europeas ejecutaron alrededor de 60.000 brujas durante la Edad Moderna, según Brian P. Levack. Estas cifras se aproximan a las de Monter, The Pedestal and the Stake: Country Love and Witchcrafgt, en Becoming Visible: Women in European History (Boston, 1977). W. Behringer, Erhob sich das ganze Land (Hexenprozesse und Hexenverfolgungen in Europa, en Hexenvelten: Magie und Imagination vom 16.-20. Jahrhundert, Francfort, 1987) calcula menos de 100.000 ejecuciones. J. Klaits, Servent of  Satan: The Age of the Witch-Hunt, Bloomington, 1985, calcula un total de 200.000 juicios. Algunas actas de tribunales eclesiásticos en las que personas calificadas de brujas presentaron acusaciones por difamación contra sus acusadores nos hacen saber que la cifra de acusaciones por brujería fue muy superior al número real de procesos por tal delito.



Brian P. Levack, The Witch-Hunt in Early Modern Europe

     Estos “estudios” o test sirven para tratar de demostrar la existencia de diferencias genéticas inter-raciales o inter-clasistas; pero en realidad, hasta la fecha de hoy, no han podido determinar la proporción y el papel de los factores genéticos y de los factores sociales.

    Los componentes ideológicos de estos test son difíciles de separar de la práctica real de la ciencia. Sin embargo, sólo con echar un vistazo a las relaciones existentes entre estas investigaciones y la ideología dominante, nos proporciona luz sobre el asunto. La clase dominante ejerce una verdadera “explotación” ideológica de la Biología, lo que se conoce como biologismo moderno, que trata de explicar las inadaptaciones de las minorías, o los fracasos escolares, por la existencia de genes inferiores en estos grupos.

     El biologismo moderno, como ya hicieron estudiosos anteriores, trata de legitimar las injustas relaciones sociales actuales presentándolas como un “estado natural” de acorde con las “leyes de la naturaleza”. Este analogismo biológico que trata de justificar el orden establecido ya existía en las antiguas sociedades esclavista de Roma y la China.

    Ideólogos como Confucio trataban de justificar la división del trabajo entre propietarios y esclavos por razones biológicas, aduciendo que estos últimos eran intelectualmente inferiores a los propietarios, los cuales poseían un “genio innato” que los capacitaba para acceder al poder y dirigir el Estado.

    Esta filosofía perdurará a lo largo del tiempo hasta lograr un sólido apoyo en la “ciencia” de la Biología, que surge precisamente en los momentos de mayores conflictos sociales, consecuencia de la Revolución Industrial y la nueva lucha de clases. Muchos biólogos justificaran la desigualdad biológica entre las clases sociales y las razas en función de sus capacidades intelectuales determinadas por la herencia.


     Gobineau en su “Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas” formula la primera teoría racista moderna que se convierte en un arma ideológica en manos de la burguesía francesa en su lucha contra los progresos del proletariado (revolución de junio de l848) y será utilizada en USA contra la rebelión de los esclavos negros del Sur.

     Los biólogos justificarán la acumulación de capital en unas pocas manos, así como la expansión colonial, acudiendo a supuestas superioridades biológicas. La teoría de la evolución de Darwin, el concepto de selección natural y la lucha por la existencia, aportaran un sólido apoyo biológico a las desigualdades sociales.

       Con la aparición de la Biología moderna surge el biologismo y el racismo científico que concentraran sus primeros esfuerzos en el plano de la inteligencia. La explotación de la Biología por la ideología dominante pretenderá legitimar las normas sociales impuestas por el capitalismo y por el colonialismo.



Clasificación de tipos raciales el el mundo, según un libro
 escolar estadounidense de 1906: New Complete Geography. Ver Lord Monboddo y Rousseau


    Otra supuesta “ciencia”, la sociología, hará su aparición –separada de la economía clásica- apoyando sus conceptos en el darwinismo. Su variante “de izquierdas” con Kropotkin y el pensamiento anarquista, utilizaran ciertas nociones de etología (la ayuda mutua, la sociabilidad de los animales) para atacar la doctrina de Marx.

    Todos estos supuestos “científicos” harán gala de un gran desconocimiento de la complejidad de la realidad histórico-social, recudiéndola a un esquema biológico, explicando el comportamiento humano por determinantes biológicos.

     En el ámbito de la filosofía, la opción que defiende este biologismo es el positivismo, abanderado del progreso científico y técnico con el que la ciencia se convierte en la base y el motor de la historia en sustitución de la lucha de clases.

      La explotación de la Biología por la ideología dominante desembocara finalmente en las teorías del racismo y del nacionalismo, que buscaran un renovado apoyo en las nuevas aportaciones de la ciencia genética y que conducirán al fascismo. Chamberlain (Houston Stewart) que puede ser considerado como el fundador del racismo moderno, será la figura puente entre la antigua reacción y el fascismo posterior, según afirma Joan Senent Josa en el Nuevo biologismo, nuevo fascismo, publicado en El Viejo topo (Nº 1, 1976, aquí), ensayo que estamos exponiendo.



Houston Stewart Chamberlain (1851–1927)

     En su obra Los fundamentos del siglo XIX, publicada en 1899, ya expuso el principio del pangermanismo. Propugnaba la conservación de la pura sangre germánica gracias a la lucha para mantener apartados a todos los elementos extraños, y sobre todo al judaísmo y al catolicismo romano. Según Chamberlain, Ignacio de Loyola encarnaba al tipo de antigermano.

     Y escribió frases como ésta: «La corrupción de la sangre y la influencia desmoralizadora del judaísmo, he aquí las causas principales de nuestros fracasos».

     Nuevas ciencias, como la Psicología y la Lingüística, se apoyaran en gran manera en la Biología, buscando una cientificidad de la que carecen.  Según Joan Senent Josa, estas “ciencias” ignoran la naturaleza histórico-social del hombre y se basan exclusivamente en sus determinantes biológicos.



En la Alemania nazi el culto al cuerpo propició la aparición de imágenes de cuerpos atléticos, tanto masculinos como femeninos. Gerhard Riebicke (Alemania, 1878-1957) fue quizás el exponente más notable de esta fotografía asociada al naturismo alemán conocido internacionalmente por sus iniciales FKK (acrónimo de Cultura Libre del Cuerpo). Fue el fotógrafo del deporte, danza y naturismo

    Surge una nueva filosofía que únicamente cree en el progreso científico y técnico. Este neopositivismo, actualmente hegemónico, viene a ser, como toda filosofía de la ciencia, una filosofía de la historia. Ellos creen en una historia cuya base y motor son las ciencias. Una historia que posee una ética, o más bien carece completamente de ella, como lo expuso Jaques Monod en “la ética del conocimiento”: el hombre sabe al fin que está solo en la inmensidad indiferente del Universo de donde ha emergido por azar. Igual que su destino, su deber no está escrito en ninguna parte. Lo único válido en este mundo es, según Konrad Lorenz, “el ideal de la ciencia”. Una historia que exige una política que busque soluciones “científicas” y “técnicas” a partir de la Biología para resolver los problemas planteados por la lucha de clases. 



Jacques-Lucien Monod (1910-1976)

     En l953, Darlington escribía: “Los materiales de la herencia contenidos en los cromosomas son la sustancia viva que en última instancia determina el curso de la historia”, y también: “la estructura de una sociedad se basa en la sustancia de los cromosomas y en las modificaciones que sufre”. En Human Variation: The Biopsychology of Age, Race, and Sex (1978) dijo que no sólo existían diferencias en carácter y cultura entre los individuos, sino que estas diferencias afectaban también a las razas



Cyril Dean Darlington (1903-1981)


     Investigadores como Shockley, Herrnstein, Jensen, Eysenck y muchos otros, partían del mismo apriorismo idealista de Darlington para tratar de demostrar que las diferencias de coeficientes de inteligencia entre razas y clases sociales diferentes, dependían en un 80% de los determinantes genéticos y, en segundo lugar, que los resultados de los test demostraban la superioridad intelectual de los niños de los medios más favorecidos sobre los niños de familia proletaria.

      El biologismo actual  pretende descubrir los mecanismos y las exigencias orgánicas que explicarían el comportamiento de los individuos, sustituyendo, poco a poco, al análisis de los individuos desde el punto de vista histórico-social. Es más fácil controlar esos ““cuerpos dóciles” (como diría Foucault) exclusivamente sometidos a los mecanismos biológicos, que controlar los mecanismos histórico-sociales a los que están sometidos estos cuerpos, estos individuos.

      Toda una tecnología coercitiva del comportamiento esta ya a punto de nacer, dice Joan Senent Josa, y pone como ejemplo a William Shockley que para salvar a la población americana, propone una solución radical: la esterilización “voluntaria” de todo individuo que tenga un coeficiente intelectual demasiado bajo. De esta manera, sería posible evitar la regresión intelectual en los Estados Unidos. Otras técnicas eugenistas, como la fecundación artificial, las manipulaciones genéticas, etc., han sido igualmente propuestas por otros autores.

La cadena de los antepasados

      Pero volvamos a la obsesión de Haeckel por los árboles genealógicos. En su Historia de la creación de los seres organizados según las leyes naturales, que tiene la ambición de sustituir a la historia bíblica, descubrimos un bosquejo de una veintena de árboles, los cuales podéis encontrar en El primer árbol filogenético  que hemos estudiado anteriormente.

      El primero (véase figura abajo) reúne plantas y animales en dos grandes ramas procedentes de antepasados unicelulares comunes, los “protistas”. Los dos grabados siguientes ilustran por separado los árboles genealógicos de las plantas y de los animales. A continuación, se presentan todos los órdenes y todas las familias con sus antepasados: celentéreos, pulpos, gusanos estrellas de mar, crustáceos, insectos, peces, reptiles, mamíferos. Cada uno cuenta con su árbol genealógico, incluso los monos, cuyo árbol incluye al ser humano en una rama lateral. Los dos últimos arboles distinguen 12 especies humanas con 36 razas, describiendo a los semitas y a los indogermanos como las dos razas principales (con los caucasianos y los vascos) de la especie mediterránea.



Árbol de Haeckel (1866) Taf. I. Fuente: phylonetworks.blogspot




Árbol genealógico de las razas humanas, a partir de Haeckel Natürliche Schöpfungs-Geschichte (1868) [digitalizado por Kurt Stüber ((http://www.biolib.de)].


      Subrayemos sin embargo que todas estas “especies humanas” son consideradas evidentemente primas. Además, en la época reinaba cierta confusión sobre los conceptos de “especie” y de “raza” (salvo para los cristianos, para quienes las especies son creaciones divinas, y no hay más que un única especie humana, la que desciende de Adán y Eva). Darwin, de hecho, constató con bastante ironía la confusión de la ciencia a este respecto:

 “Se ha estudiado al hombre con más detenimiento que a ningún otro ser organizado; sin embargo, los sabios más eminentes no han sabido ponerse de acuerdo sobre si forma una única especie o dos (Virey), tres (Jacquinet), cuatro (Kant), cinco (Blumenbach), seis (Buffon), siete (Hunter), ocho (Agassiz), once (Pickering), quince (Bory Saint Vincent), dieciséis (Desmoulin), veintidós (Morton), setenta (Crawford) o sesenta y tres, según Burke” (Darwin, El origen del hombre y la selección en relación al sexo).

      Hay de qué sorprenderse, ante tal profusión de primos y de ancestros.

      El antepasado original, el Urmensch, el Protanthropus atavus, que Haeckel describía como un ser intermedio entre el pitecántropo y el aborigen wedda contemporáneo de Ceilán, queda ilustrado de manera bastante original por “el genial Gabriel von Max de Munich”.



El Urmensch de Haeckel, Pitecanthropus alalus pintado por Gabriel von Max, que se lo regaló a Haeckel en su sexagésimo cumpleaños. El cuadro se encuentra actualmente en el despacho de Haeckel en Villa Medusa, Jena.


Lámina de Pithecanthropus alalus, incluída en Natürliche Schöpfungs-Geschichte (1898), Placa XIX, pp. 104 y 105. Sobre la base de una pintura de 1894 de Gabriel Max [digitalizada por Google (disponible en  Hathi Trust)]

      Lo más interesante lo encontramos sin embargo en la observación de la “cadena de los antepasados” (véase fig. de abajo: desgrana veintidós “eslabones perdidos”, desde protozoarios (Urthiere unicelulares parecidos a las amebas) hasta invertebrados, peces, anfibios y reptiles, así como mamíferos, monos, monos antropoides, pitecántropos, y por fin los seres humanos, que se distinguirían esencialmente de sus antepasados simiescos, de sus “parientes de sangre” por el desarrollo del lenguaje. Esta especie de nueva versión de la cadena de los seres no deja de recordarnos a Oken y a los Naturphilosophen, pues sigue los principios de graduación, de continuidad y de progreso.



La cadena de los antepasados del hombre según Haeckel, Histoire de la création naturelle (1908)

      De los Naturphilosophen Haeckel retoma la idea de una jerarquía del alma, que define sin embargo, según su filosofía monista, como una suma de fenómenos vitales relacionados, como los demás, con un sustrato material concreto: una “abstracción fisiológica” que representa una suma de funciones del “psicoplasma”. El alma también dependería pues de los procesos mecánicos (físicos y químicos) presentes en toda célula viva. En los animales superiores, que poseen cerebro y órganos sensoriales, el “psicoplasma”, al diferenciarse, habría dado lugar al “neuroplasma”: la sustancia nerviosa, el órgano del alma.

      En las genealogías haeckelianas, las formas evolucionan pues de una manera paralela a las almas. Existe un alma celular, una psicología de la mórula y de la blástula (las primeras fases del desarrollo embrionario en los animales), un alma de los tejidos, un alma de las plantas, un alma del sistema nervioso de los animales superiores, una “historia del alma” en los mamíferos… El descubrimiento de los cristales líquidos por Otto Lehmann en 1904 conducirá a Haeckel a pensar que incluso los cristales están vivos. Su última obra, Die Kristallseelen. Studien über das anorganische Leben (Las almas de los cristales. Estudios sobre la vida inorgánica, 1917) está dedicada al alma de los cristales. Debido a la ley de recapitulación, el desarrollo progresivo del alma del recién nacido hasta la edad adulta resulta paralelo al desarrollo del alma animal en la filogénesis. La diferencia entre el alma animal más desarrollada y el alma humana menos desarrollada es por lo tanto escasa; es una diferencia cuantitativa, no cualitativa. Compara, por ejemplo, a los “pueblos naturales” con los niños y con los animales.


Ernst Haeckel, Die Kristallseelen. Studien über das anorganische Leben (Las almas de los cristales. Estudios sobre la vida inorgánica, 1917)

     En esta nueva Scala naturae, que parte de la Urzelle (la célula primitiva) y llega al ser humano, no hay lugar para la creación divina, que es sustituida por la generación y las generaciones, el sexo y la muerte, la sangre, las entrañas, la penosa evolución de las formas orientadas, en su avance a trompicones al filo de las eras, por las “leyes férreas de la selección natural”. En esta retrospectiva hacia la larga serie de ancestros, el ser humano se gira, por así decirlo, hacia su animalidad, hacia la dimensión anterior al nacimiento, la herencia biológica y las oscuras fuerzas del pasado. Los psicoanalistas y los poetas, como era de prever, no fueron indiferentes a toda esta fantasmagoría de la filiación. Nos referimos a Gottfried Benn y a la “era de la genealogía”.

      “Marx y Engels siguieron de cerca, estudiaron y comentaron a Darwin, aunque lo malinterpretaron. Su creencia en el progreso, en una evolución que contiene en sí misma las leyes de su propio desarrollo, procede más bien de Hegel (especialmente de su Philosophie de la Nature) y del romanticismo, antes que de Darwin

Laura Bossi en su Historia Natural del Alma.

      De hecho, en Dialéctica de la naturaleza, Engels permanece fiel a la idea de la Scala naturae: “Todas las diferencias se basan en escalones intermedios, entre todos los contrarios hay una serie de eslabones…” Se diría estar leyendo a Leibniz o a Charles Bonnet. Lo único novedoso es el papel preponderante que atribuye a la “mano portadora de utensilios”, al trabajo, a la techné. Así, en el curioso pasaje “El papel del trabajo en el proceso de transformación del mono en hombre”, sugiere que es el trabajo y no la razón o cualquier “grado superior del alma” lo que determina la hominización. El lugar del ser humano en la Scala naturae no es entonces el de un animal rationale sino el de un animal laborans. Continúa diciendo Laura Bossi. Veamos lo que dice Marx:

"Podemos distinguir al hombre de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero el hombre mismo se diferencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus medios de vida, paso éste que se halla condicionado por su organización corpórea. Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material"

Marx, La ideología alemana

      “Los marxistas no se interesan por el animal en sí mismo, no lo consideran más que un producto para la industria”, insiste L. Bossi. En realidad Marx dice que los animales son considerados como mercancía por los capitalistas. Marx distingue entre valor de uso y valor de cambio. El valor de uso es lo que la cosa vale en sí misma o en relación a la necesidad humana que satisface (Por ejemplo, el valor del uso del agua consiste en su utilidad para saciar la sed, apagar un fuego, lavarse...) El valor de cambio, también llamado mercancía, es el que impone la ley de la oferta y la demanda, se traducen en precios. Marx denuncia que a lo largo de la historia se ha tendido a anular los valores de uso y a ser sustituidos por los valores de cambio, es decir, se ha tendido a valorar a los objetos, animales y hasta los seres humanos y sus actividades por su precio en el mercado. El mismo obrero ya no es considerado como un ser humano, sino como una mercancía…

       Para  los materialistas históricos del pasado, al igual que para  los liberales de hoy en día, el valor del animal se limita a su utilidad para el ser humano: los rebaños, los humildes pecus son considerados riquezas, bienes de explotación, con valor “pecuniario”. Recordemos que en el paraíso sobre la Tierra evocado en El capital, cuando llegue “el reino de la libertad” de mano del socialismo, Marx piensa en la caza y en la pesca como las “actividades libremente escogidas” por las personas.

    Otra vez insiste L. Bossi, poniendo de manifiesto su ideología conservadora, sus críticas al marxismo. Oculta que actualmente son muchísimos los marxistas que están preocupados por el maltrato animal. En la revista Viento sur, Número 125/Noviembre 2012, pp. 59-67, vemos un artículo de Renzo Lorente sobre Los otros animales: vida o mercancía. El marxismo y la cuestión de la especie, donde pide que los marxistas incluyan a los animales en la etapa de “emancipación universal” (Marx, C., 1982. En torno a la crítica de la filosofía del Derecho de Hegel. Introducción. En W. Roces  ed. C. Marx, Escritos de Juventud. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica, p. 501; cf. pp. 499-500), que vendrá después de la liberación del proletariado. Esta etapa suele identificarse con un mundo en el que ha sido eliminada toda expresión de explotación, dominación y opresión (o al menos las manifestaciones sistémicas de estos males):

 “Si bien esta tesis de Marx ha sido discutida y criticada en repetidas ocasiones, tanto por los detractores del marxismo como por los que pertenecen a grupos oprimidos distintos del proletariado, muy pocas personas parecen haber reparado en la exclusión implícita de los animales no humanos de la esperada emancipación universal. Millones de animales no humanos son sometidos a la explotación, dominación y opresión, y por tanto sería de esperar que ellos también se beneficiaran de una emancipación universal, entendida en el sentido marxista”.

Renzo Lorente sobre Los otros animales: vida o mercancía.

      Los historiadores están de acuerdo en señalar la resistencia que se dio en Francia al darwinismo. El propio Darwin se quejaba de la “conspiración de silencio” de los franceses. Es cierto que el darwinismo entró en Francia sobre todo en su versión haeckelina, y que las tradiciones lamarckiana y vitalista persistían, así como el rechazo al papel del azar en la evolución, lo que aportó a la variante francesa del evolucionismo connotaciones originales.

      Pero los alumnos más entusiastas no son siempre los más fieles ni los más brillantes. Si ya está hoy en día admitido que la escuela neolamarckiana francesa, que se concentró principalmente en los aspectos químicos y moleculares de la herencia, tuvo una importancia considerable para el desarrollo de la biología molecular, en cambio los filósofos y biólogos franceses post-darwinistas (aunque no necesariamente pro-darwinistas) hicieron unas aportaciones cuanto menos sorprendentes a la conceptualización del árbol como imagen de los seres animados.

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