Lamarkismo: introducción

     Todavía está vivo el lamarckismo para muchos biólogos, una teoría formulada por Jean-Baptiste Lamarck en 1809 en su libro Filosofía zoológica, donde propuso que las formas de vida no habían sido creadas ni permanecían inmutables, como se aceptaba en su tiempo, sino que habían evolucionado desde formas de vida más simples. La teoría de Lamarck es la primera teoría de la evolución biológica, adelantándose en cincuenta años a la formulación de Darwin de la selección natural en su libro El origen de las especies.




    Lamarck en su teoría propuso que la vida evolucionaba “por tanteos y sucesivamente”, que los individuos reciben influencias del medio  que cambian poco a poco la consistencia y las proporciones de sus partes, de su forma, sus facultades y hasta su misma organización.

     El mecanismo que propicia estos cambios evolutivos es la “herencia de los caracteres adquiridos”, refiriéndose a la, hasta el día de hoy no demostrada, capacidad de los organismos de trasladar a la herencia los caracteres adquiridos en vida. Esta herencia no sería ni directa ni individual, sino que sería tras largo tiempo de estar sometidos a parecidas circunstancias y afectarían al conjunto de los individuos del grupo sometido a esas circunstancias.



Evolution de la girafe selon Lamarck. Fuente: David Boudeau


Evolution de la girafe segun Darwin. Fuente: David Boudeau

     A principios del siglo XX, con la formulación de la barrera Weismann, que enuncia la imposibilidad de transferencia de información entre la línea somática y la germinal, el lamarckismo fue desechado considerándolo erróneo. No obstante, durante el siglo XX han existido evolucionistas que han defendido el lamarckismo, concurriendo en la actualidad voces desde la biología y el evolucionismo que reivindican su reformulación, como Máximo Sandín en La evolución a 150 años de Darwin (conferencia en la Universidad de Oviedo, 16/11/2009). Aquí su página personal.


Máximo Sandín

      Actualmente la síntesis (neodarwinismo) formulada en los años treinta del siglo pasado, Teoría sintética del darwinismo, propugna que la vida evoluciona a consecuencia de mutaciones aleatorias en el ADN fijadas por la selección natural. Esta teoría es considerada, por la mayoría del estamento académico, satisfactoria para describir la Evolución.

     Lamarck cuestionó el fijismo en Diderot y Maupertuis, basándose en los avances de los estudios geológicos, los cuales le hicieron dudar que Dios hubiese  previsto todas las formas de vida que se observaban en la naturaleza desde la Creación. Su pensamiento evolucionista lo enfrentó al dogma religioso de la Creación y al pensamiento científico del muy influyente Cuvier que justificó los descubrimientos que los fósiles proporcionaban sobre formas de vida diferentes a las actuales, como especies sin conexión con éstas, extinguidas por los sucesivos cataclismos que se habrían producido a lo largo de la historia geológica.



Catastrofismo de Cuvier

     Lamarck lamentó que en su tiempo la historia natural se limitase a la clasificación de las diferentes formas de vida. Consideró más importante indagar en esas formas de vida, en su naturaleza y averiguar sus conexiones.

     La observación de la gran variedad de especies existentes y su “perfecta” adaptación a las circunstancias en que se desarrollaban le llevó a formular una disyuntiva: o todas las especies se habían creado adaptadas a las diferentes condiciones existentes en la Tierra y estas condiciones no se habían alterado desde esa creación, como era aceptado en su época, o las especies habían evolucionado para adaptarse a los diferentes cambios que habrían experimentado los hábitat en los que se desarrollaron.

    Ante esta constatación, la teoría de evolución afirma que los seres actuales descienden de seres diferentes que vivieron en el pasado, los cuales sufrieron cambios evolutivos graduales.  Los cambios han sido predominantemente divergentes, los antepasados de las formas vivientes actuales eran en general menos diferentes de lo que hoy son. Todos estos cambios se han levantado de causas que ahora continúan estando en funcionamiento, y qué por consiguiente puede estudiarse experimentalmente. Así los resumió el neodarwinista Dobzhansky en Genética y el origen de las especies (1937).

     Lo expuesto por Dobzhansky perfectamente podría servir para sintetizar el concepto de evolución en la teoría de Lamarck, pues este defendió que las formas de vida actuales eran las descendientes de otras formas diferentes existentes en el pasado. Se enfrentó al dogma de la Creación y a Cuvier que defendiendo el fijismo, impuso en su época que las formas de vida del pasado diferentes a las actuales, se trataba de formas sin conexión con estas, formas extintas en los diferentes cataclismos geológicos sufridos en la Tierra.

    Lamarck ilustró la evolución mediante un diagrama en el que los “infusorios”, las formas más simples, se distanciaban en ramas para acoger la diversidad conocida en su época.



Tabla de Lamarck. Fuente: El primer árbol filogenético

     La Naturaleza habría obrado produciendo las formas más simples (la creencia general en aquella época era que la vida surgía por generación espontánea, siendo Pasteur quien, a mediados del siglo XIX, refutara tal creencia) y la evolución habría actuado complicando sucesivamente la organización de estas formas, diversificándolas y dotándolas de órganos que en principio serían rudimentarios, hasta la complejidad que presentan los organismos en la actualidad.

     Lamarck formuló las siguientes leyes:

Primera ley: En todo animal que no ha traspasado el término de sus desarrollos, el uso frecuente y sostenido de un órgano cualquiera lo fortifica poco a poco, dándole una potencia proporcional a la duración de este uso, mientras que el desuso constante de tal órgano lo debilita y hasta le hace desaparecer.

Segunda ley: Todo lo que la Naturaleza hizo adquirir o perder a los individuos por la influencia de las circunstancias en que su raza se ha encontrado colocada durante largo tiempo, y consecuentemente por la influencia del empleo predominante de tal órgano, o por la de su desuso, la Naturaleza lo conserva por la generación en los nuevos individuos, con tal de que los cambios adquiridos sean comunes a los dos sexos, o a los que han producido estos nuevos individuos.

Lamarck, Filosofía zoológica, pp. 175-176.



La evolución del ojo. Fuente: Wikia

    Un problema para la correcta interpretación del lamarckismo consistiría en que los términos utilizados por Lamarck pudieran tener un significado diferente en su época al que podríamos asignarle en la actualidad. Así pasa con el término «perfección», profusamente utilizado por Lamarck. Habla de «animales menos perfectos», de «perfeccionamiento de órganos y especies»... que en la naturaleza podemos observar «la organización animal más simple hasta la del ser humano, que es la más compleja y la más perfecta».

    Desde la formulación de la teoría de la evolución, el término «perfección» ha sido el principal caballo de batalla de las posiciones creacionistas, argumentando que la perfección de la naturaleza únicamente podría ser obra de un ser superior: Dios. Hoy se admite que la evolución no es un proceso que tenga como fin la perfección, también se admite que el término «perfección» es inadecuado para describir a organismos o tratar temas evolutivos. No se considera a la especie humana la más «perfecta». Probablemente el término «complejo» sea el más adecuado para referirnos a las diferencias entre organismos, podríamos hablar de organismos simples, o menos complejos, y organismos complejos.



Ecosistema. Fuente: ihcm

    Los científicos han demostrado que los organismos con mayor complejidad tienden más a desarrollarse en entornos complejos, según un estudio publicado esta semana en PLOS Computational Biology, cuyo autor es Joshua Auerbach y los investigadores, de la École Polytechnique Fédérale de Lausanne y la Universidad de Vermont (PLoS Computational Biology 10(1): e1003399. DOI: 10.1371/journal.pcbi.1003399. Environmental Influence on the Evolution of Morphological Complexity in Machine)

      Lamarck, para recorrer la evolución de la vida efectúa un estudio inverso al que hoy es costumbre.  Hoy se estudia la Evolución desde su origen hasta nuestros días. En tiempos de Lamarck, en los que no se reconocía la evolución de la vida, habría sido imposible realizar el estudio desde su origen (origen que no se reconocía como tal). Lamarck parte del actual estado de las especies y organismos, y desde ese estado postula que según vayamos descendiendo hasta el origen de estas especies y organismos se observará una degradación en sus órganos y sus facultades hasta su desaparición, momento que supondría el origen de estos órganos y facultades.



El Baron Georges Cuvier (1769-1832) identificando un fósil animal. Según la pintura de Theobald Chartran (1849-1907). Paris, Sorbona (vestíbulo).

    Lamarck se enfrentó al fijismo religioso y al científico, representado por el gran anatomista Cuvier quien defendía que la vida estaba constituida por grandes grupos perfectamente diferenciados, sin posibilidad de que desde un grupo se pudiese llegar a otro.

    Lamarck comprendió que para convencer a sus contemporáneos sobre la evolución de la vida era necesario “conectar” todas las especies y demostrarlo, puesto que la constatación  de una especie que no pudiera conectarse con el resto cuestionaría el hecho de la evolución. De ahí su obsesión en demostrar la gradación continúa entre todas las especies y, esa gradación, trasladarla a su evolución en el tiempo.

     Según Lamarck la vida experimenta en su evolución un incremento en su complejidad y que esta complejidad está condicionada por las diferentes circunstancias a las que los organismos han estado expuestos. Gould (2002) precisó que esta propiedad era meramente mecánica, que no había ningún finalismo en ella. Para hacerla mejor comprensible utilizó la metáfora del borracho y el bordillo de la acera: un borracho iría dando tumbos de un lado a otro de la acera hasta sobrepasar el bordillo y alcanzar la calzada. Una vez ocurrido esto, al borracho le resultaría difícil volver a retomar la acera. Los organismos irían «dando tumbos» adquiriendo diferentes grados de complejidad (bajando bordillos) que posteriormente les sería difícil volver a subir. Gould atribuye el incremento evolutivo de la complejidad biológica y la aparición de la vida inteligente a un capricho irrepetible del destino, afirmación con la que abandona el método científico según Ambrosio García Leal en El azar creador. La evolución de la vida compleja y de la inteligencia (Tusquets, 2013)



   Desde el Lamarckismo, una creciente complejidad de la vida podría entenderse como una consecuencia mecánica de la adaptación de los organismos a las «circunstancias», no como algún tipo de finalismo. Esto se puede comprender, según el redactor del artículo Lamarkismo de la Wikipedia de la siguiente manera:

       El símil del desarrollo de sistemas y programas informáticos puede servir para explicar cómo una tendencia a la complejidad puede ser meramente mecánica. Existe una tendencia de estos sistemas y programas a «crecer»; parece inevitable que las versiones que remplazan a otras anteriores se compongan de un código más extenso. Sin embargo, no existe en estos sistemas la finalidad de crecer. En cierto modo, los programas se adaptan constantemente a las nuevas «circunstancias» y su crecimiento en complejidad no es un fin, ni siquiera es deseable, pero parece inevitable.



Ernst Haeckel

Hæckel entendió así el pensamiento de Lamarck:

Todos los fenómenos vitales [en su teoría] son debidos a causas mecánicas, ya físicas, ya químicas, que tienen su razón de ser en la constitución de la materia orgánica. […] La obra de Lamarck es verdaderamente, plenamente y estrictamente monística, es decir, mecánica.
Ernest Hæckel, Prólogo de Filosofía zoológica

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